El cubo de Rubik

Así de complicado parece el resultado de las elecciones vascas. Aunque el PNV haya perdido el Norte, y hasta el Sur, ante el temor a dejar el poder tras treinta años- más o menos- de usufructuarlo como devenido por mandato divino y por un periodo que creía inextinguible, está claro que el partido socialista tiene todo el derecho, y casi el deber, de presentar candidatura a la presidencia.

Hasta ahí todos de acuerdo- salvo el PNV que ha olvidado como obtuvo la presidencia en los ochenta (Ardanza), a pesar de tener dos escaños menos que los socialistas, ¡esa memoria!- los problemas surgen cuando pasamos de la lógica de las posibilidades a la realidad de las consecuencias. De una parte los socialistas deben pactar- no sabemos qué ni cuanto-, con el PP, que no regala nada, que no pierde ocasión de desgastar, a costa de lo que sea, a su adversario. Es un pacto que la izquierda va a tolerar muy mal y seguramente pasará factura a Zapatero en las generales. El PP presentará en el resto del Estado este hipotético acuerdo como  un logro personal y obtendrá beneficios electorales con cargo al PSOE.

Pero si no pacta, y deja que continúe gobernando el PNV, entonces el PP presentará la cosa como una dejación, como una comnivencia o complicidad con los autonomistas o, directamente con ETA, no tendrán empacho en hacerlo. Y si sale adelante la candidatura de Patxi López,  ZP se queda en Madrid a dos velas sin los apoyos peneuvista. Así  que más valía que los votantes hubiesen hecho un esfuerzo y hubiesen dado cinco o seis escaños más al PSOE, las cosas pintarían mejor. Las cosas como son, esto no es una victoria, es una mejora en los resultados, y nada más.